La muerte, que gusta de vestirse según dicte la ocasión, blandió salvajemente su guadaña montada en una prodigiosa maquina con alas, o que por lo menos así les parece a muchos que al pedalearla sienten que vuelan libres en ella. El peatón, embestido en una vereda (acera), apenas si pudo escapar del macabro descenlace al que parecía destinado a costa de comenzar una pesadilla al instante en que su cabeza chocó contra el piso de un céntrico cruce de Santiago de Chile, el de Huérfanos con Brasil, situado a poco más de un kilómetro del Palacio de la Moneda.